viernes, 16 de septiembre de 2011


Nada mas relajante que estar nadando pecho, con el agua fría y sentir el agua congelada cuando metes la cabeza para moverte, contar mil uno mil dos mil tres, estirarme lo que mas pueda, hacer la brazada, respirar y patear y así consecutivamente. Mientras pensas que el vaso te mata de dolor porque no podes respirar, que cada ves que respiras las vesículas se cierran así la sangre llega al corazón, de ahí mando el oxigeno a todo el cuerpo por las arterias y vuelve la sangre por las venas a los pulmones con dióxido de carbono, u otro tipos de pelotudeces que te enseñan en el colegio y en el lugar menos inesperado (una pileta) te las sabes de memoria. Antes de salir de casa para ir natación ganas de ir tengo, pero hasta ahí, siempre bajo tarde, pero cuando estoy por la casa de la Tía Cristina, la Casa Rosada, digo ‘¿Para que mierda vine al club? ¡Tengo una paja tremenda de nadar!’ y ahí es cuando te arrepentís completamente. Pero ya te bajaste del colectivo y lo que tenes que hacer es subir dos cuadras por Corrientes, re empinadas, que no llegas más, la gente te golpea con las carteras y ni se fija quien esta al lado tuyo, y ahí es cuando llego al club y lo que me queda por hacer es cambiarme y ducharme. Y empieza mi historia otra vez, meterme a la pileta, a veces fría y con mucho cloro y otras veces calentita como meo de nene, un asco. Hoy me toco bien fría, un tipo de agua que me quedo en la mente, estaba hermosa la pileta y más cuando nadaba pecho, lo más relajante de todo el día de mierda que pase.

Se los recomiendo…